Facebook vs. Monarquía

Aviso: En esta entrada soy un capullo. No pretende ser una crítica seria ni argumentada. Ni siquiera pretende ser una crítica. Es una exageración sin filtros ni buenas maneras de lo que pienso, de mis impresiones entorno a un resultado. Escribe un personaje. El personaje que escribe aquí el 90 % de las veces. Si no te gusta, estupendo. Si te gusta, estupendo también.

¿Las películas son buenas porque nos parece que son buenas? ¿O son buenas porque son buenas?

Hay algo que te toca, o que toca a algunos. Igual que te tocaba La vida es bella o Camino. Que o te partes el culo ante el descarado dedo que te están metiendo en el ojo, o te dejas llevar por el torrente lacrimógeno al que te invita la película. Y todo el mundo sale del cine pensando «Qué película tan bonita». Correcto. El problema es cuando la sensiblería de algunos les nubla y confunden «película bonita» con «película buena».

Aquí muchos habrán dejado de leer y pensarán que soy un capullo. Correcto de nuevo. Cada cual tiene sus gustos, etc., pero, señores, hay una serie de razones, de motivos de peso, que sitúan a esa obra shakesperiana, a ese conflicto histórico que alguien tuvo la visión y la valentía de relatar justo ahora, que es La red social, muy por encima de esa película de superación, correcta, bien interpretada y con escenarios de peli porno gay, que es El discurso del rey.

El discurso del rey está bien hecha, no hay duda. Pero también es previsible, sensiblera por momentos y extremadamente clásica en su planteamiento. La gente se identifica con el capullo del Rey Jorge, porque el tío era tartaja, un pequeño contratiempo que aquí se convierte en toda una barrera. Y vemos como se esfuerza y nos emocionamos. Nos emocionamos con su bonita amistad con el logopeda. Como va, viene, como sabes que al final va a volver. Como sabes que el discurso le va a costar. Espera, no , ya lo dice. Ah, sí, genial. Lo ha dicho.

La película acaba y uno piensa: «Qué bonito. Podrían haber puesto a otro tío delante del micro. Es radio y no se le ve la cara… pero todo muy bonito». ¿Pero dónde está el mérito? Es un modelo manido que no aporta nada nuevo. Algunos defienden la pequeñez del drama y como su contexto la amplifica hasta convertirlo en algo épico. Pero…¿Hay algo más épico que Jesse Esberg despechado, creando una empresa que marca la pauta de las relaciones sociales en el nuevo siglo?

El hecho de que la historia que nos presenta una película tenga 70 años y la otra apenas 5, es claro ejemplo de la fuerza de cada uno de los relatos. Pero, desde luego, las mismas historias se podrían haber presentado de modos muy distintos. El caso es que las maravillosas escenas de La red social, su discurso en paralelo, se traga el guión del rey tartaja inglés donde, por mínima idea que tengas de estructura de guión, ya puedes identificar qué función tendrá la siguiente escena e, incluso, que escena será.

Alguien que consigue crear una nueva mitología alrededor de los gilís de Silicom Valley, alguien que escribe una escena inicial de 10 minutos, con una pareja sentada en un bar y aún así hace que sea ese conflicto (el de joder, «soy un capullo y me han dejado, voy a crear Facebook») el que mueva la película, salpicándola de traición y verdadera y cruda amistad (no esa mierda del logopeda amigo del rey). Ese hombre, Aaron Sorkin, ese tipo que debería darle clase a Syd Field y a Mckee. Joder, si El discurso del rey ha ganado los oscars que ha ganado…Aaron Sorkin debería quemar el suyo. Él se merece algo mejor.

Y ya no entro a hablar de la dirección. Ejem. Mr. Hooper, dale una buena palmadita en la espalda al bueno de Harvey Weinstein.